setenta años en la tierra
y no me viste enamorado.
Habrás soñado tantos años
con ver mi mano compartida,
mis gafas lejos de las piedras,
cantar esos boleros de la radio
y escuchar de mis labios el nombre del amor.
Muerto tu cuerpo,
tus ilusiones se marchitan
y todo tú te vas secando.
Quisiera llegar en domingo,
sentarme a tu lado
frente a la euforia de un partido
y pronunciar su nombre;
ver tu sonrisa
-aún recuerdo tu sonrisa-
como la última vez que me pasó.
Te ausentaste para siempre, espejo de mi alma
y yo nunca más estaré completo.
Te nos caíste un día de la vida
y a pesar de los esfuerzos de la ciencia y el amor
nunca pudimos levantarte.
Asido a tu memoria
ofrezco mi amor a tu muerte.
Descansa en paz mi padre,
al mes primero de tu jardín marchito.
Te sobrevive aún la primavera.
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