miércoles, 6 de septiembre de 2023

I Have a Dream

Primero fue a las orillas de cierto valle
donde un Dios sediento de sangre sació su ira
y enseñó al hombre el poder de la venganza.

Después, el hijo, 
atormentado por los crímenes del padre, 
bajó al desierto a disculparse,
se arrancó la lengua
y ofreció a las tribus una tregua, 
pero como siempre pasa con los idealistas,
no le perdonaron la buena poesía
ni las malas compañías.
Condenado por hereje,
le arrancaron los ojos
y se bebieron su sangre 
en copas de oro mientras fumaban opio.

El resto de los siglos ha sido una barbarie pura.
En una gran asamblea el hombre se construyó un altar,
inventó el occidente, el whisky y la diplomacia, 
oprimió a las naciones en el nombre de la democracia
y estableció a la ley suprema un onceavo mandamiento:
los valientes siempre mueren
los cobardes sobreviven para escribir la historia.

El tiempo vuela, los motores son más poderosos 
se vive al límite de todo precipicio.

Hace unos años Babel llegó tan alto, 
que su derrumbe provocó una burbuja inmobiliaria 
y dejó a los padres de mi vecino, Kurt, en la ruina,
mientras el hijo de un migrante africano 
aprendía que la casa siempre ha sido blanca.

Hoy, las gaviotas debaten en las academias
si el mar está muerto o inconsciente por sobredosis,
los nuevos profetas del mundo 
miran con asombroso espanto las películas de Terminator
y todos corremos en la rueda del éxito como hamsters 
mientras Don Mc Lean lamenta que la música murió.


A los lejos, a las orillas de cierto valle olvidado
un anciano duerme atormentado:
sueña que todos los hombres fueron creados iguales.

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