Te dí a mis hijos y les diste la segunda enmienda.
Te di a mi esposa y le diste un himno para cantar orgullosa.
Te di mi sufragio y lo usaste
para llevar la libertad a los pueblos bárbaros.
Te dí mi espíritu
y lo pusiste a generar intereses.
Te dí mis temores
y llevaste el terror a la casa de mis enemigos.
Entregué mi fe a tus escrituras
y con ella, salvaste a los rebaños de la arrogante hoz y su martillo.
Te ofrecí mi viejo oeste, mis búfalos y mis Hojas de Hierba
y nos diste un puente en Brooklyn.
Ahora, tu palabra resuena en cada aldea:
Sí, podemos cambiar,
sí, podemos curar al mundo,
sí, podemos apoderarnos de nuestro futuro
en el nombre de los antiguos padres,
de nuestra perfecta democracia,
de Elvis, Clinton y Top Gun.
Oh, mi señor,
porque eres omnipresente.
Oh, mi señor,
porque todo lo puedes.
Oh, mi señor,
bendice a este, tu pueblo elegido.
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